Por Alexis Galicia
25/07/2023
¿De qué forma entendemos nuestra relación y aprecio por el otro? Y no hablo en un sentido filosófico, sino meramente humano, real y cercano.
Tal vez, desde la infancia nos han mostrado la vida de forma peculiar, tal vez estamos inmersos en un sinfín de procesos que no logramos entender aún siendo adultos, y es en dicho proceso que la conducta que nos rige se fractura, no por desidia o terror, sino por decisión totalmente válida en relación a la búsqueda de aquel deseo fugaz de éxito y bienestar.
Si bien, es en la infancia donde se marca la pauta del adulto que seremos, no siempre lo asimilamos como padres, hijos o hermanos. Tanto es así, que nos incomoda ser ‘sensibles’ o simplemente ser nosotros mismos. Además, no es poca cosa que se añada en el camino uno que otro rasguño al alma.
Hay autores en educación y propiamente en la pedagogía, que aluden al desarrollo humano como una forma tangible de interpretar nuestra naturaleza, o al menos así lo he asimilado yo, pero no siempre se logra a través de mecanismos de formación ideales, puesto que, cuando se carece de pedagogía, razón y sentido común, lo inmoral y absurdo cobra forma, no desde lo trascendente, sino desde el vacío social que hemos permitido.
Hablar entonces desde la visión más abstracta de este ideal nos lleva a interpretar nuestro propio proceso formativo como un simple deseo sublime y platónico de relacionarnos con nosotros mismos y aceptarnos. Es así, que desde la infancia se marca la pauta de nuestro futuro, puesto que si no existe una base sólida de aceptación y compromiso, difícilmente va a existir un ser humano capaz y virtuoso.
Hablar desde la banalidad no sirve, es absurdo e insultante. Es necesario reinterpretar nuestro pasado, nuestra historia de vida cuyo desenlace aún no se escribe. Pero ¿de qué hablo al decir que debemos aceptarnos? al hecho de construir una narrativa que nos fundamente como seres humanos. Es urgente señalar que hemos dejado de lado nuestra humanidad, y nos esforzamos por arruinar nuestro presente.
No solo se trata de ser idealistas, sino de construir una versión mejorada de lo que podemos ser. Es necesario recuperar el centro de todo proceso formativo: la familia.
El temor al cambio no debe ser motivo para sollozar ante la adversidad, sino de aceptar lo que estamos llamados a ser, por supuesto, desde una visión cristiana de la vida. Es momento de ser idealistas, de hacer patria y construir conocimiento, pero sin dejar de lado la Verdad.
Finalmente, es necesario abrazar de nuevo nuestra humanidad, acercarnos a todo aquello que nos hace únicos, cobijando nuevamente nuestra cultura, nuestros valores, nuestras convicciones y principios. Es momento de volver al sendero de los bello, justo y verdadero. ¿Estamos listos para saltar hacia la verdad?
#EsCuestiónDeEducación y lo será siempre.
Alexis Galicia
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