Las balas matan personas, no ideas
- David Agustín Belgodere

- 13 sept
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Actualizado: 12 oct
Por David Agustín Belgodere

Cuando hablamos seriamente de libertad, entendemos que con ella inevitablemente existen límites. Ese axioma o principio de no agresión, tan defendido por autores como Rothbard, Hayek y en América Latina por Venegas Lynch, nos enseña los límites frente a las ideas de otros, que es el no ejercer violencia o incitar a la misma en contra de otra persona o de su propiedad. En consecuencia, es claro que no tenemos que respetar las ideas de otros, ni mucho menos compartirlas, pero sí debemos respetar su derecho a tenerlas y expresarlas.
El asesinato de Charlie Kirk se presenta en un momento en el que el mundo pareciese no considerar siquiera como posibilidad el derecho a expresar ideas libres. Hoy en día, las instituciones supranacionales, muchos gobiernos, la mayoría de las clases políticas en el mundo (muchas derechas, pero sobre todo las izquierdas), las multinacionales y la prensa hegemónica están aferradas en imponer un pensamiento único, un pensamiento de moda, llamado progresismo (lo woke), que no es más que la versión actualizada del estructuralismo francés, con el fin de controlar la vida de todos los seres humanos del planeta.
En este tenor, y con el fin de imponer sus ideas, se han hecho valer de todo tipo de mecanismos propagandísticos, para que gran parte de la población global no cuestione dichas ideas y no solamente eso, sino que además censure a aquellos que piensan distinto.
En 1943, Dietrich Bonhoeffer desarrolló su tesis sobre la estupidez (resistencia y sumisión), abordándola como un fenómeno colectivo y moral, con estrecha vinculación con el poder, la propaganda y la pérdida de individualidad y de capacidad crítica. Para Bonhoeffer, la estupidez no tiene relación con la capacidad intelectual y ni es innata, sino es un fenómeno ético que nace en regímenes altamente propagandísticos, que empujan al hombre a aceptar dogmas y a desprenderse, como ya mencioné, del pensamiento crítico. Por ende, la estupidez es peligrosa, pues hace que el individuo avale y celebre acciones que contradicen su propio esquema de valores. “La estupidez es un enemigo más peligroso para el bien que la maldad”, sostenía.
Del lado de los nazis, Goebbels sostenía que la propaganda debía de llegar al punto de la unanimidad, pasando por la silenciación. Pues cuando existe un sentimiento de unanimidad, nadie cuestiona, pero para llegar a eso, deben acallarse todas las críticas previamente. Goebbels buscaba, y tuvo mucho éxito en eso, que las personas avalaran actos que por lo general sus principios morales le impedirían avalar, en nombre de las ideas del Reich e incluso logró que los alemanes llegasen a pedir la intervención estatal para reprimir a quienes pensaban distinto.
En fin, dicho lo anterior, el asesinato de Charlie Kirk exhibió que la propaganda woke ha logrado sus objetivos, llegando al punto del silenciamiento, logrando que gran parte de la sociedad sea estúpida. Hoy se avala la cancelación, nadie dice nada frente a una desproporcionada e injusta condena como la que Alexandre de Moraes impuso a Bolsonaro y hasta aplaudimos lo no aplaudible. Y así, vimos en redes sociales miles de exhibiciones de personas, muchas de ellas de principio buenas, aplaudiendo y celebrando este artero y cobarde homicidio; del mismo modo vimos a otros tantos justificándolo.
Entre calificativos de “misógino”, sólo por creer en la familia tradicional, de “racista”, solamente por promover la migración ordenada, de “anti-derechos”, solamente por defender la vida, entre otros, gran parte de la opinión pública avaló este crimen de odio (porque ese sí fue un crimen de odio), pues al parecer dar opiniones distintas ya es un delito merecedor de la pena capital.
Aquí no importa si coincides o no con Charlie Kirk y si compartes o no lo que Turning Point Action hace, lo importante es si crees en la libre manifestación de las ideas como un derecho fundamental. De ser así, debe indignarte como se dio el debate público, pues más allá de pensar que “locos hay en todos lados”, la realidad es que las posturas de odio y las justificaciones para este atentado fueron generalizadas, televisadas y avaladas por diversos sectores del poder globalista.
La desgracia es que las balas matan personas, en este caso a un hombre joven, de fe, de familia y padre de dos menores, pero por fortuna las balas no matan ideas y que, aunque haya una élite globalista empeñada en imponernos la ideología woke, Charlie Kirk dejó un legado que alguien continuará.
No avalemos estas posturas, más allá de que no compartamos las ideas otros, pues al avalar el silencio y ser parte de el, lo que hacemos es dar pasos hacia una dictadura global. Hoy parece que Orwell era profeta.


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