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La “familia multiespecie” no existe

Actualizado: 28 sept 2023

El fin de semana pasado fue tendencia global un video que mostraba una concentración de algunas personas “transespecie” en Alemania, que se manifestaban, toda vez que se identifican como perros (literal), para que haya una ley que les permita hacer sus necesidades en las calles y en los parques de aquel país.


El absurdo de ver a personas disfrazadas como perros, aullando y legitimando una causa así, evidentemente causó muchas risas en la mesa de un restaurante donde estaba conviviendo con algunas amistades, hasta que manifesté mi oposición. “¡Déjalos!”, “¿En qué te afecta?”, “Cada quién”, fueron algunos de los comentarios vertidos por las mismas personas que un minuto antes se estaban carcajeando de lo que vieron en el video. En ese momento me limité a preguntarles si les parecía correcto que un sujeto hiciese sus necesidades a plena luz del día, en su presencia y en la de sus hijos, a lo que todos respondieron con un contundente “no”. Lo que bastó para concluir con dicha discusión, de menos en ese momento.


Es evidente que nadie puede evitar que otra persona se sienta perro, vaca, delfín, foca, pato, etc., pero sí podemos oponernos y protestar frente a leyes y/o políticas públicas que pretendan obligarnos a aceptar como ciertas las fantasías de otros, máxime si la puesta en escena de sus fantasías se monta en un escenario llamado sociedad, se hace obligatoria para todos mediante el uso de la fuerza (coerción del estado) y se paga con nuestros impuestos. Entendemos que el derecho civil es dinámico, por lo que evoluciona de la mano de la realidad social; pero lo que en definitiva no deben hacer las leyes, es crear nuevas realidades y, mucho menos, crear nuevas realidades que deshumanicen al hombre. Desgraciadamente esto está pasando.


Dicho lo anterior, es importante entender que la aceptación y eventual imposición de estas fantasías dañan nuestro entendimiento de la sociedad. La deshumanización del hombre transita, y lo hemos visto en muchos países del planeta, por aniquilar las instituciones sociales que le dan sentido a nuestra humanidad, siendo la familia la principal.


Hace meses me llegó por WhatsApp un link que contenía un reportaje de ForoTv titulado Primera Familia Multiespecie en México, mismo que, revestido de “ternura canina”, narra la historia de una pareja que con el fin de poder tener una escuela para perros en su domicilio, pues la legislación de la Ciudad de México establece que las personas pueden montar un negocio que ocupe no más del veinte porciento de la superficie de su vivienda, siempre y cuando dicho negocio sea familiar, argumentó ante “la justicia” que sus diez perros son “parte de su familia”, logrando un fallo favorable. Posteriormente indagué más y supe que fue la Magistrada Paula María García Villegas Sánchez Cordero, del Décimo Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito, hija de la exsecretaria de Gobernación y hoy senadora, Olga Sánchez Cordero, la responsable de tan abominable resolución.


En este juicio, los actores aseguraron que sus perros “trabajan” en su negocio y que los mismos son parte de su familia; por lo que, si los perros son parte de su familia y trabajan en el negocio, pues éste es un negocio familiar al que la ley debe darle el mismo trato que a otros negocios familiares. Pretensión evidentemente absurda, pero avalada por la hija de la secretaria de Gobernación que planteó como ejes de la política del gobierno actual el impulso de "nuevos tipos de familias", la agenda de género y las infancias trans, bajo el concepto de “democratización de las familias”.


Y para remover esos patrones culturales debemos empezar a democratizar a la familia, rompiendo con los roles determinados por los estereotipos (porque cualquier tarea puede ser desarrollada por cualquier integrante de la familia); democratizar a nuestra familia nos llevará a reconocer que las niñas, niños y adolescentes no son propiedad de sus familias, sino titulares de derechos, con voz y voto”, aseguró Sánchez Cordero, en su editorial “Democratizar a la familia/la infancia” (Milenio, 01/08/2018), alentando con ello la vieja lucha del feminismo de acabar con el concepto de infancia y desposeer a los niños de ese manto protector que es la familia. Posturas que además encaminan sus esfuerzos a normalizar, entre otras cosas, la pedofilia: “Las relaciones con niños incluirán la cantidad de sexualidad genital de que el niño fuera capaz – probablemente bastante más de lo que creemos en la actualidad –…” (Firestone, Shulamith, La dialéctica del sexo, Lectolandia, 1era edición, 2015, p.p. 197 – 198). Y si bien, éste no es el tema toral de este artículo, vale la pena mencionar algunas de las motivaciones de estos grupos para abolir a la familia y conceptos como el de infancia.


Debe entenderse, con enorme claridad, que la familia es una institución compuesta por un conjunto de ascendientes, descendientes y demás personas relacionadas entre sí por parentesco de sangre y/o legal, que conviven y tienen un proyecto de vida en común. Dicha institución nació para preservar y perpetuar la especie humana. por ende, la unión entre hombre y mujer busca la complementariedad. Por eso la familia se determina como natural, porque la familia se define por su origen, no por su condición.


La aseveración de que hay "nuevos tipos de familias" con seres con los que no se generan lazos de consanguinidad y afinidad, entre ellas la “multiespecie”, es una concepción ideológica muy peligrosa, pues en el proceso llamado Evolución Social de la Familia, que estudia nuestra evolución familiar, desde que éramos clanes, pasando por la sindiásmica o la ponalúa, hasta nuestros tiempos, se establece que llegamos al nivel de civilización justo cuando fortalecimos esos lazos de consanguinidad y afectividad. Por lo que al romper con la concepción original de familia, se vulnera el orden natural y se atenta contra la civilización misma. Por otro lado, un animal no tiene los elementos que a los seres humanos nos distinguen de otras especies, como el anima (alma espiritual) y la capacidad de razonar, por ende, pueden acompañarnos, pero no ser familia nuestra, pues no pueden sustituir el papel de ninguna persona. Del mismo modo, al ser el trabajo una actividad que las personas realizan con el fin de satisfacer sus necesidades y/o sus metas, se entiende que existe una motivación racional para realizar dicha actividad, ya sea física o intelectual, que un animal no tiene. En consecuencia: los animales pueden auxiliar al hombre en el desarrollo de muchas de las actividades propias de su trabajo, pero no se puede decir que los animales trabajan.


La familia está en constante asedio, eso es indiscutible. Desde autores queer y feministas, hasta políticos, en su mayoría de izquierda, hoy hablan abiertamente de la “necesidad” ( – su necesidad, sus fines – ) de abolirla. Legislaciones, criterios jurisdiccionales y políticas públicas, que muchas veces nacen desde la ignorancia y/o de la teorización de otros fines, terminan atentando contra ella, cada vez de modo más profundo. Día con día el sistema completo cede más y más a las presiones que ejercen elementos como: 1.- la propaganda de cientos de instituciones que tergiversan hechos y modifican lenguajes y conceptos, 2.- grupos de activistas y lobbies fortísimos que, mediante el ruido que generan, hacen que la caja de resonancia sea cada día más sonora, generando un enorme sentido de unanimidad, y 3.- la parálisis de muchos de los sectores que deberían operar como dique de contención frente a estas amenazas. Desgraciadamente, la narrativa construida por estos grupos es fuerte, pues se reviste de terminologías amables y se alimenta de sentimientos aparentemente justos, y termina legitimándose de frente a la sociedad, mediante la institucionalización de sus pretensiones (al volverlas leyes y/o políticas públicas). Lo que es ley difícilmente se cuestiona.


Este asedio a la familia, es parte del asedio mismo en contra de nuestra humanidad ( – del proceso de deshumanización del hombre – ). Elementos propios de la cultura Woke, que buscan imponer al relato frente a los hechos, son difundidos y promovidos en estos momentos, ganando terreno día con día, hora tras hora. De este modo, el desdén que tiene gran parte de la sociedad por defender la moral común (para la que es fácil decir: “¡Déjalos!”, “¿En qué te afecta?”, “Cada quién”), que sin discutir siquiera puede transitar del subjetivismo moral complaciente a los relativismos morales de moda, permite que una nueva realidad se imponga frente a nuestras narices, de un modo vertiginoso y en contrasentido de lo que debiese ser nuestra evolución. Por supuesto que, en nombre de la libertad, ninguna ley debe impedirle a ninguna persona percibirse como quiera o entablar los tipos de convivencia que desee, pero menos puede imponernos las fantasías de otros y crear nuevos conceptos de familia.


Es simple, si una persona quiere sentirse perro, pues que coma croquetas, pero que no me pida que le diga Firulais y que le haga caricias. Si una persona quiere decir que su perro y su gato son familiares suyos, pues qué hasta les haga una fiesta de cumpleaños, pero que no me pida que vea a sus mascotas como personas… y mucho menos podemos permitir que haya leyes que nos obliguen a vivir en el relato y no en la realidad.


 

25/09/2023



David Agustín Belgodere

f. /AgustinBelgodereBogus


Facebook: https://www.facebook.com/AgustinBelgodereBogus


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