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Izquierda vs. Derecha o Globalismo vs. Patriotismo

Actualizado: 23 ago 2022


Asistimos de manera recurrente en los mentideros políticos a la clásica disyuntiva entre derecha o izquierda, incurriendo así en una simple e interesada polarización. El mejor ejemplo está muy cerca; el charlatán mañanero es el paradigma de tan añeja discusión. Hay que reconocer que no le ha ido mal dividiendo día sí y día también a la sociedad mexicana.


Es una estrategia que se remonta a la época antes de Cristo: divide et impera (divide y domina). Lo curioso del caso es que en México no existe una derecha como tal. La izquierda se ha radicalizado al extremo, al igual que en otros puntos del planeta, y ha dejado un espacio en el centro-izquierda por cuyo liderazgo pugnan los desabridos PRI y PAN.


El mayor problema que puede vivir México es la transición de políticas populistas a totalitaristas, como ha pasado con los gobiernos amigos de López Obrador. Este tipo de cambio se caracteriza por la creación de un enemigo malo malísimo a quien se culpa de todos los problemas del país (se confrontan ideologías). La solución a todos los males pasa finalmente por dotar de un aire mesiánico al presidente para que abuse de su poder e imponga medidas que favorezcan la tan ansiada revolución (o transformación de cuarta en este caso).


En Latinoamérica comienza a apreciarse un fenómeno que ya es una realidad en Norteamérica y Europa: el monstruo del globalismo. Este busca imponer un solo gobierno a nivel mundial. Conformado por organismos supranacionales y financiado por élites multimillonarias, el globalismo desea que los países cedan su soberanía para implantar un nuevo y único orden económico, social, religioso y sanitario. Una evidente muestra de ello es lo que acabamos de vivir con la OMS (Organización Mundial de la Salud). Por primera vez en la historia de la humanidad presenciamos un confinamiento mundial perfectamente orquestado en el que todos los países tomaron decisiones restrictivas que atentaron contra el derecho básico de la libertad personal.


Otra creación globalista, su obra maestra, es la Agenda 2030 de la ONU, un suicidio productivo dividido en 17 objetivos, a cuál más buenista. Tras los mismos se esconden siniestras intenciones como la reducción de la población (destrucción de la familia), vacunaciones forzadas, adoctrinamiento educativo, eliminación de la religión, feminización y división de la sociedad, geoingeniería climática, control de los recursos naturales, impuestos verdes abusivos, alimentos modificados, vigilancia absoluta (totalitarismo) y leyes únicas para todos los países (gobierno global).


A través de estos objetivos, el globalismo desea hacernos creer que somos unos seres humanos inútiles que necesitamos de su intervención para ser mejores. Intenta limitarnos la capacidad de pensar por nosotros mismos. Sin criterio propio, resulta sencillo someter a la especie humana hasta convertirla en un rebaño manipulable.


El patriotismo es la vacuna contra el globalismo (en sentido metafórico, claro está, no vaya a ser que algunos se declaren patriotas para ser inoculados por decimoquinta vez). Los patriotas estamos orgullosos de nuestras raíces, deseamos que sigan creciendo, tenemos sentido de pertenencia e identidad. El patriotismo fomenta la defensa de la cultura nacional y, a diferencia del globalismo, respeta las costumbres y creencias propias de un pueblo. La libertad y la soberanía están en riesgo con los globalistas, a salvo con los patriotas.


En el cumplimiento de los objetivos de la Agenda 2030 juegan un importante papel alborotador los movimientos progres financiados y promovidos por la causa globalista. Las feminazis, la sopa de letras LGTB, los grupos de la muerte a favor del aborto y la eutanasia, el fanatismo ecológico y la política quedabién de abrir las fronteras a la inmigración ilegal buscan no solo la transformación sino la destrucción de nuestra sociedad asentada sobre principios cristianos.


En el caso particular de México y el resto de países latinos, los promotores de estos grupos deberían tener en cuenta el arraigo a los valores tradicionales existente en la mayoría de los hogares. La introducción con calzador de todos estos movimientos en todos lados y a todas horas puede causar un efecto contrario al buscado.


No cabe duda de que las ideas progres o globalistas son aberrantes, sin embargo, la izquierda siempre ha sabido vender como bueno algo malo. Son expertos en campañas mediáticas consistentes en repetir 500 veces al día la misma mentira o etiqueta, como por ejemplo el uso malintencionado de la palabra “ultraderecha”, un argumento extraordinariamente simple pero efectivo ante la ignorante percepción de un borrego.


Los sectores conservadores (ciudadanos, medios, gobiernos/oposiciones) debemos combatir esta contaminación propagandística con sentido común y poder comunicativo. No podemos permitir que sigan vendiendo como progreso o normalidad el asesinato de una criatura indefensa, la muerte asistida de una persona, el adoctrinamiento LGTBXYZ en las escuelas, los privilegios legales o laborales por ser mujer y la invasión de inmigrantes ilegales.


Toda esa basura ideológica (eso sí, orgánica, para que no se ofendan) debe ser enfrentada y devuelta al bote a través de los múltiples medios que existen en la actualidad. No hay poder más efectivo que la comunicación. Por fin se comienza a librar una batalla cultural o antropológica que antes no existía porque el espacio de la intelectualidad parecía exclusivo de la izquierda. Solo ellos tenían altavoz; afortunadamente ahora hay diversas teles, radios, prensa y medios digitales de índole conservadora dispuestos a divulgar nuestros pensamientos con el fin de despertar conciencias dormidas o apáticas.


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